I. Introducción.
I. i) La violencia como fenómeno: distintas formas de abordar su estudio.
La violencia ha sido objeto de estudio desde distintas disciplinas a lo largo de la historia y distintas visiones la atraviesan. Por ejemplo, la visión hobbesiano de la violencia supone que ésta es la materialización de la naturaleza misma de los humanos. Por otra parte tenemos a Freud quien la enmarca dentro de lo que serían los instintos de las personas. Sólo entre estos dos autores clásicos tenemos ya dos aproximaciones desde terrenos completamente distintos. Pero en la teoría contemporánea también existen distintas aproximaciones. Randall Collins, por ejemplo, lo hace desde la sociología y específicamente desde una esfera microsocial y la define como una serie de intersticios alrededor de una tensión confrontacional y el miedo. Por otra parte tenemos quienes definen a la violencia como una respuesta a la crisis, tal como es el caso de Coser o Huntington. Asimismo hay quienes definen la violencia como producto de un cálculo instrumental, como Boudom y Tilly; o quienes plantean que la violencia es el conflicto mismo, como lo hizo el anarcosindicalista Georges Sorel. Finalmente, y entre muchos otros teóricos de la violencia, destaca Franz Fanon, quien dice que la violencia sería la salida al conflicto en su libro “los condenados de la tierra”, en cuyo prólogo Sartre dice que la violencia es el Hombre recreándose a si mismo. Entre todas estas posibles aproximaciones al fenómeno de la violencia y algunos de los subsecuente epifenómenos que se manifiestan a través de ésta, la perspectiva elegida para el presente trabajo es la de un sociólogo francés llamado Michel Wieviorka.
I. ii) Contexto del autor
Para una mayor comprensión de la teoría de Wieviorka respecto de la violencia, es necesario comprender algunos aspectos que podrían determinar el desarrollo de su teoría y que a su vez nos explican las mutaciones de la misma a través del tiempo.
I. ii.) a.- Aspectos biográficos.
Nació en Paris en 1946 desarrolló sus estudios principalmente en Francia. Si bien hay escasez de biografías del autor, y de existir se remiten a aspectos académicos más que biográficos, éstos de todas formas son útiles para determinar algunas conclusiones a cerca de la formación y el ulterior desarrollo de sus planteamientos.
Es doctorado en letras y humanidades en la École des Hautes Éstudes en Sciences Sociales (EHESS), donde desde 1989 (año en que Touraine precisamente deja el cargo) se desempeña como director de estudios. Asimismo, es Director del Centre d’Analisis et d’intervention sociologique (CADIS) (también desde el año en que Touraine, fundador de CADIS, dejó el puesto). Además es director, junto con Georges Blandier, de Cahiers Internationaux de Sociologie desde el año 1992. Se desempeña como editor de diversas revistas y es Presidente de la International Sociological Association (ISA) por el periodo 2006-2010. Por si fuera poco, es miembro del comité ejecutivo del concejo internacional de ciencias sociales de la UNESCO desde 2004.
Finalmente, ha publicados artículos en diversos idiomas: Francés, Inglés, Español, Portugués e Italiano. Tiene más de cuarenta libros y numerosos artículos y colaboraciones en obras colectivas.
I. ii.) b.- Aspectos teóricos
Como todo buen discípulo de su maestro, no es coincidencia que sea director de estudios en la EHESS -al igual que su mentor- y como director de CADIS -fundada precisamente por Touraine, sino que reviste en gran medida la continuidad que representan en el tratamiento de algunos axiomas básicos con los que trabajan. Pero en términos más concretos, podemos mencionar algunos elementos que recoge Wieviorka casi sin cuestionar de Touraine. El primero de estos es la noción de sujeto como elemento central de su teoría y de los movimientos sociales o materializaciones de violencia política. En segundo lugar y muy importante es la idea de la transición desde una sociedad burguesa amparada en parámetros económicos hacia una sociedad que se valora en términos culturales.
I.iii) Áreas de estudio: ¿por qué violencia?
Michel Wieviorka ha desarrollado sus estudios en diversos fenómenos desde la sociología. Desde 1975 hasta 1982 aproximadamente investigó junto a Touraine principalmente lo que respecta a movimientos sociales. Desde 1981 hasta fines de los ochenta su enfoque estuvo orientado hacia el terrorismo. Entre 1988 y 1996 se dedicó a lo que es el racismo. Entre 1994 y 1996 dio breves pasos en los actores en las sociedades post-comunistas; entre 1995 y 2002 desarrolló sus estudio sobre diferencias culturales y multiculturalismo, lo que le sirvió de base para sus estudios más recientes, desarrollados entre 1995 y 2005 sobre la violencia.
Éste último tópico reviste de una característica particular, cual es integrar elementos de los estudios anteriores realizados por el autor en los ámbitos ya mencionados. La violencia, además de ser el trabajo más reciente de Wieviorka, se ve imbricada por, y a la vez integra, todos los fenómenos estudiados con anterioridad.
Por otro lado, la violencia es un fenómeno de especial interés a lo largo del devenir de la humanidad, al igual que la guerra toda vez que vals interminable que danzamos hasta desfallecer como especie. La violencia no sólo ha estado presente desde que existe consciencia de ella, sino que siempre ha revestido de una valoración y de un carácter simbólico especial que la hace más atractiva que otros fenómenos. Asimismo, la violencia se ubica hoy en los mismos límites de lo humano, rozando la crueldad y acariciando lo ‘bestial’ e inhumano.
I.iv) Hoja de Ruta
Toda investigación y todo viaje requieren, antes de partir, de una hoja de ruta que oriente los contenidos hacia algún punto, cualquiera este sea. A propósito de la violencia, y para la real comprensión de las ideas del autor en torno a esta, es necesario también trazar este mapa del recorrido, el que se iniciará con un situamiento metodológico del estudio que realiza el autor sobre el fenómeno, el que pasará a ser definido en los términos que enunciados por wieviorka, lo que dará paso a la primera parte de análisis, a saber, develar los axiomas que rigen la definición de Wieviorka de modo de entender, a través de los elementos subyacentes a la definición misma de violencia, hacia donde nos quiere llevar y desde donde sitúa su visión de los fenómenos políticos.
Luego, será atravesado sutilmente el árido terreno de la crueldad, que sin ser el elemento principal y que más atención ha captado en los trabajos del autor, reviste de una atracción especial toda vez que nos sitúa en el límite mismo de lo humano, ahí donde el aniquilamiento brutal es descrito con apacibles palabras y juicios muy cautelosos. Si bien, para Wieviorka la crueldad no es sino un epifenómeno de la violencia, ha sido muy bien esquematizada de modo de hacer operatibilizable el desarrollo empírico de la misma. Por otro lado, se adentra en el intento de comprender la crueldad, de comprender aquello cuya escencia misma es que no puede ser entendido desde las lógicas del racionalismo y el funcionalismo que, aunque muchos sostengan que ya han pasado su peak y que otros paradigmas -como la fenomenología (?)- los han sustituido, siguen dominando ampliamente tanto las investigaciones en ciencias sociales como los sistemas socio-mentales de los investigadores.
La segunda parte de este trabajo abordará de lleno lo que corresponde a Violencia política en Wieviorka, la que es tratada, a mi entender, siempre al alero del terrorismo como fenómeno que da origen y que sostiene toda la teoría de Wieviorka al respecto. En este punto se comienzan a integrar los elementos anteriormente había sido visitados como elementos más o menos aislados. En este punto también, el autor presenta un diagnóstico bastante interesante sobre la situación “actual” de las sociedades occidentales.
Para terminar, nuestro punto de llegada a esta travesía será la propuesta de Wieviorka sobre una “identity-based violence”. Ésta, sólo será esbozada, pues su desarrollo si bien ya ha sido considerado por parte de algunos autores, a mi entender no es algo que esté tratado de manera suficiente como para poder utilizarlo del mismo modo que los tópicos anteriores. Las carencias, que a mi modo de ver determinan tal decisión, también serán expuestas en la mencionada sección, de modo de presentar el último resabio del sentido crítico de este trabajo, que no pretende sólo repetir de manera sistemática las comprensión que tiene quien escribe sobre las ideas del autor.
II. Violencia
II.i) Situar metodológicamente (Microsocial - Macrosocial)
Antes de abordar la definición misma que hace el autor sobre la violencia, es necesario entender que aunque la definición sea realizada aparentemente de modo abstracto y apelando a lo microsocial, lo que subyace es un tratamiento de la violencia política y, en consecuencia, una visión global. En términos metodológicos podemos decir que Wieviorka, sin explicitarlo de la manera que lo hace Collins (2008), trabaja con la violencia desde una perspectiva que tiende a ver los fenómenos macrosociales, pues se evoca principalmente a las materializaciones de la violencia política en un contexto amplio. Sin embargo, la distinción entre micro y macrosocial, no se trata de un límite trazado taxativamente, por lo que perfectamente la materialización de la violencia puede tener elementos de ambas esferas que expliquen su surgimiento. De modo que, si bien, debemos tener en mente esta distinción, no hay que olvidar las continuidades y similitudes que existen entre ambas esferas toda vez que es una distinción no empírica la que separa las esferas micro y macrosocial. Así, el proceder será siempre un vaivén entre estos dos lugares, pues la definición misma de violencia puede ser asociada a una esfera prominentemente microsocial, mientras su aplicación en el terreno político deviene inherentemente en la naturaleza macrosocial de la que hablo.
II.ii) Definición de violencia: Violencia, Conflicto, Sentido
Antes de iniciar la travesía hacia terrenos más profundos, es necesario entender a grandes rasgos cómo Wieviorka entiende la violencia, a saber, como la negación de una subjetividad. “Se trata de una definición de violencia a partir de la definición del sujeto. Es decir, a través de la subjetividad de la persona que es violenta, y también de la perspectiva de aquella persona que es víctima de violencia, o sea de aquella subjetividad que es cuestionada por la violencia.” (Wieviorka, 2006: 241). En definitiva, para Wieviorka, “la violencia no es más que la marca del sujeto contrariado, negado o imposible, la marca de una persona que ha sufrido una agresión, sea física o simbólica” (Wieviorka, 2006: 241) de modo que la violencia misma es una respuesta, una reacción ante la negación de la subjetividad o la imposibilidad de la expresión de la misma
Pero no se trata sólo de la negación de la subjetividad o su imposibilidad, pues “En toda experiencia de violencia hay un exceso o una falta de sentido.” (Wieviorka, 2006: 245) Con estas palabras Wieviorka introduce los dos últimos elementos que hacen posible el entendimiento de la violencia. Sin embargo, de suyo nace la pregunta sobre qué es en definitiva un exceso de sentido o cómo se determina cuando hay falta de sentido.
El exceso de sentido se observa cuando se efectúa una acción violenta y en la justificación a ella (vale decir, lo que le da sentido) no se encuentran motivos suficientes para tal despliegue de fuerzas. Un ejemplo ficticio, pero muy útil, es imaginar un grupo terrorista que dice actuar por reivindicaciones salariales y consideran como modelo de acción el secuestro y asesinato del la familia del patrón. En este caso el sentido existe, y parecería incluso razonable sin citar mayor contextos, sin embargo la percepción subjetiva de la violencia parece desmedida respecto de la demanda. En este caso habríamos presenciado un exceso de sentido en palabras de Wieviorka. Un ejemplo histórico que nos da el autor es el del ETA, grupo que, en opinión de Michel Wieviorka, se ha hecho más violento en la medida en que la nación vasca ha conseguido mayor autonomía (Wieviorka, 2006: 245)
Ahora bien, la pérdida de sentido se determina cuando se hace alusión a causas que no tienen nada que ver con la acción que se desarrolla. Por ejemplo, el mismo caso anterior que pedía demandas salariales a un empleador privado termina en un atentado terrorista contra civiles. Si bien, aquél es un caso extremo y absurdo, en los estudios desarrollados por CADIS Wieviorka dice que en el contexto de la Alemania de los 60‘s, entre los entrevistados, “hubo gente que decía: “Nosotros vamos a ser cada vez más violentos en nombre del proletariado” y se hacía más terrorista. Sus experiencias de violencia no tenían nada que ver con lo que estaba sucediendo en el país.(…)Perdieron el sentido de su acción y se pusieron al servicio de otro sentido.” (Wieviorka, 2006: 247) Otro ejemplo que cita es el caso de lo Hooligans, de los que en base a investigación empírica se “descubrió” que no iban a alentar a sus equipos, sino que iban directamente hacia el placer que les causa la violencia.
El primer punto de conflicto con el planteamiento es el siguiente: ¿Quién o qué parámetros determinan qué es y qué no es pérdida o exceso de sentido? Wieviorka advierte que “para nosotros algo puede ser muy violento, pero para ustedes quizás no lo sea.”(Wieviorka, 2006: 242) Y hacemos extensible ese mismo criterio a la cuestión del sentido, pues para nosotros puede haber algo que aparentemente no tenga sentido alguno o sea un completo exceso, pero quizás para otros puede que tenga sentido del todo. Esta misma dificultad se puede advertir con el primer elemento de la violencia mencionado por Wieviorka: la negación de la subjetividad. En este caso posiblemente el elemento subjetivo para determinar qué es violencia sea mucho más notorio toda vez que la definición misma de sujeto y la percepción de la negación es evidentemente subjetiva e imposible de someter a presuntas técnicas pseudo-científicas objetivizantes, como por ejemplo, las que nos promociona la fenomenología.
Por otro lado, Wieviorka entiende que la violencia es algo diferente del conflicto. Mientras Sorel plantea que la violencia es el conflicto mismo, Fanon ve que la violencia es la salida al conflicto. Wieviorka defiende a Fanon, y entiende que la violencia no es una característica, sino una reacción, es precisamente la respuesta a la subjetividad negada, olvidada, silenciada.
En esta definición la violencia política corresponde sencillamente a la negación de la subjetividad que se manifiesta en el terreno político y bajo las reglas del terreno político, por ello es que el terrorismo, caso que veremos luego, no constituye en todos sus casos violencia política.
II.iii) Negación de la subjetividad - imposibilidad de expresión de la subjetividad.
Cuando fue mencionada la noción expuesta por Wieviorka sobre la negación de la subjetividad como elemento relacionado causalmente con la violencia, resalta un elemento que el mismo expone luego, a saber, una nueva forma de ver la violencia. La violencia, por una parte, ha sido considerada como algo que negativo que atenta contra el sujeto mismo, “hablamos siempre de la violencia que sucede cuando el sujeto no puede constituirse; de la violencia como pérdida de sentido, como incapacidad de concretar las demandas. No obstante, tenemos que aceptar en algún momento que en ciertas experiencias la violencia es constitutiva del sujeto.” (Wieviorka, 2006: 247) Que la violencia sea constitutiva del sujeto nos pone en un plano quizás no planeado previamente, a saber, está del lado de Fanon no sólo en el sentido de concebir la violencia como una reacción ante la opresión, sino que además está con el Sartre que prologó a Fanon cuando dice que “Violence is neither sound and fury, nor the resurrection of savage instincts, nor even the effect of resentment: it is man recreating himself” (Sarte, ?)
Ahora bien, el correlato empírico de tal afirmación es provisto por Wieviorka mismo, pues revela que en una serie de entrevistas realizada entre alguno marginados en Francia, pudo escuchar que varios jóvenes decían, en distinta forma, que: “sí, antes de esto yo no pensaba en nada; pero cuando se produjeron las revueltas violentas, cuando intervino la policía; cuando sucede eso, en ese momento fue cuando todo se aclaró para mí. A partir de ese momento fue que yo decidí participar en una asociación; yo decidí hacer política; yo, por ejemplo, me uní a un grupo de música pop; yo comprendí que tenía que hacerme musulmán”. Sí, la violencia ha sido el medio a través de cual esas personas lograron conseguir un sentido a su existencia.” (Wieviorka, 2006: 248) La violencia fue constitutiva del sujeto. Esta es, junto con la tesis sobre la identity-based violence, la tesis más reciente de Wieviorka respecto a la violencia, y que está actualmente siendo estudiada principalmente por CADIS. En palabras del mismo Wieviorka, lo que se propone es “analizar la violencia en lo que puede ser, a la vez, pérdida de sentido y construcción de sentido; desubjetivización, pero también subjetivización.” (Wieviorka, 2006: 248)
II.iv) Supone: Reivindicación del sujeto
El primer elemento que salta a la vista con la definición de violencia de Wieviorka es aquel que nos enfrenta a una completa apología a la idea de sujeto. Evidentemente se debe a la imposibilidad de desprenderse de las categorías de la sociología de Touraine (o a la opción de hacerlo). Wieviorka estipula que “el sujeto es la capacidad que tiene la persona de actuar creativamente, de constituirse su propia existencia, de comprometerse, de hacer elección; pero también, la capacidad para no ser prisionero de las normas, de la ley, del grupo.” (Wieviorka, 2006: 241) De este modo la definición no escapa a lo que podríamos incluso intuitivamente pensar que sería una definición de sujeto. Pero el hecho mismo que subyace a la obviedad de la definición de sujeto nos plantearía que no se hace cargo de las críticas lanzadas contra la idea de sujeto sostenida, por ejemplo, por Robert Kurz o el mismo Michel Foucault. Otro elemento que nos presenta Wieviorka es que el “sujeto además es el reconocimiento que le hacen a una persona otros que también son sujetos.” (Wieviorka, 2006: 241) De modo que el sujeto es sólo concebido como un ser-en-relación. Ahora bien, y adelantando un poco lo que se refiere a la cuestión identitaria en Wieviorka, sería pertinente considerar el ‘devenir político’ de las identidades de modo que la constitución de sujeto es un hecho eminentemente político. Este devenir se manifiesta en que “también los discapacitados, víctimas de una enfermedad grave o crónica, sordo-mudos, etc., intentan transformar su deficiencia en diferencia,” intentan revestir su condición de un matiz político en virtud de un trato que quieren recibir. Este devenir político de las deficiencias, está en cierto sentido vinculado directamente a los movimientos de liberación homosexual, que materializó su devenir político en las calles a lo largo de los 60’s y hasta el día de hoy en manifestaciones como la sostenida por Beatriz Preciado en lo que respecta a la teoría Queer.
Finalmente, en cuanto respecta a la naturaleza de esta relación, la noción de sujeto, “igualmente, es la capacidad de estar en relación con los demás. Aunque se trate de una relación conflictual con los otros. El sujeto se constituye en la relación interpersonal entre dos sujetos y también en la relación intercultural, social.” (Wieviorka, 2006: 241)
III. Violencia y Crueldad
III.i) Tipos de violencia.
Wieviorka identifica distintos tipo de violencia dependiendo de las teorías que las defiendan “por ejemplo, algunas pueden decir que es fruto de las crisis de un sistema: cuando hay crisis económica hay mayor violencia. Otras dirían: la violencia es fruto de un cálculo de acción instrumental; no es una conducta producto de las crisis: es una opción racional, estratégica de un actor individual. Son dos modos de aproximarse al problema de forma muy distinta.” (Wieviorka, 2006: 241) Si a estas sumamos la visión de Wieviorka, la propuesta de una definición respecto de la noción de sujeto, tenemos al menos tres tipos de definición de violencia.
III.i) a.- Violencia subjetiva
Ésta corresponde a la noción que he estado desarrollando a lo largo de la primera parte de este trabajo, es decir, la definición que -auque no exenta de problemas o cuestionamientos- comprende dos grandes elementos que pueden ser divididos en distintas situaciones: la subjetividad y el sentido.
III.i) b.- Violencia como respuesta a una crisis.
El paradigma denominado por Wieviorka como neofuncionalista, debido a que “prolonga y generaliza las proposiciones de la sociología funcionalista, que explican la violencia política en función del sistema político o del Estado.” (Wieviorka, 1992:169) Bajo este a esquema encontramos al erudito Samuel Huntington cuya propuesta del clash de civilizaciones fue tan duramente criticada entre los círculos intelectuales, que sólo es utilizado, junto con Fukuyama, como el anti-ejemplo al momento de trazar hipótesis históricas.
El tipo de explicación neofuncionalista gozó de cierta popularidad durante los años 60 y 70 teniendo como punto central de la violencia política el tema de la “frustración relativa, y cuyo principio central ha sido la idea de que la violencia política es una conducta desarrollada como reacción a los cambios de posición relativa de los individuos afectados” (Wieviorka, 1992:169)
III.i) c.- Violencia instrumental
La violencia instrumental es entendida en el marco de la sociología de la movilización de recursos. “Aquí, el análisis se funda en un principio utilitarista asegurando que la violencia es un medio al servicio de la obtención de fines políticos que son diversos: crear una situación revolucionaria, tomar el poder estatal, convertirse en un protagonista político y entonces institucionalizarse, revelar la verdadera naturaleza del Estado, activar el despertar de una clase o nación, etc.” (Wieviorka, 1992:169) En este caso el actor no se define ya bajo la frustración o la reacción, sino en virtud de un cálculo, intención o estrategia que subyace a la utilización de la violencia como medio.
III.ii Crueldad.
Ahora bien, Wieviorka reconoce que las anteriores definiciones de violencia pueden explicar algunos fenómenos, pues, por ejemplo, es ciertamente innegable que los niveles de violencia aumentan en tiempos de crisis política. Del mismo modo, un asaltante utiliza sin duda la violencia como medio y ésta es muchas veces un cálculo enmarcado en la lógica utilitarista. Lo que no pueden hacer este tipo de definiciones es, por ejemplo, dar explicación suficiente a fenómenos como el Terrorismo (el que será revisado en la siguiente sección) o la Crueldad.
III.ii) a.- Tres tipos de crueldad
Escapa completamente a la lógica de los dos paradigmas previos el caso de la crueldad. En términos resumidos, la crueldad presenta tres figuras según el análisis de Wieviorka, “la sugerida por Wolfgang Sofky, cuando insiste sobre dimensiones de disfrute puro, la que acentúa la locura o el delirio de los actores como ilustran las observaciones de Yvon Le Bot y jaques Sémelin, y finalmente la de Primo Levi, que desemboca en la idea de una relación de uno consigo mismo, que pasa, en el protagonista de la violencia, por la negación del otro para construirse como humano.” (Wieviorka, 2003a:164). En estas figuras aparece la violencia no como un medio, sino como fin en si misma. “En algunos casos, la violencia parece totalmente determinada por la búsqueda del placer que aporta a quien la pone en acción; se convierte entonces en su propio fin, hasta el punto de que hay que hablar de la violencia por la violencia.”(Wieviorka, 2003a:155). Pero esto no quiere decir que la crueldad sea una violencia sin sentido, sino que, por ejemplo, para el caso de Sofsky, el sentido está determinado por el placer que le produce a quien ejerce la violencia; el sentido en el caso de Primo Levy sería evidentemente la afirmación de una subjetividad sin embargo podemos decir, usando la categoría de Wieviorka, que es precisamente un exceso de sentido y en el caso de la locura o delirio una falta completa de sentido, sin embargo lo que estipula Wieviorka es que en todas ellas el sentido es dado por la violencia misma, es decir, la violencia por la violencia.
La importancia de revisar la crueldad está en parte, enfocada a clarificar el empleo que hace Wieviorka del concepto de sentido y su relevancia respecto de la violencia. Evidentemente este es un vacío o un punto conflictivo en la teoría de la violencia, sin embargo podría ser subsanado entendiendo el sentido como un elemento de análisis complementario, pero jamás como el factor determinante de la violencia. Por otro lado, el sentido, al ser fuertemente subjetivo, debe sólo ser empleado en términos comprensivos atendiendo al contexto y entendiendo las limitaciones propias del empleo de esta herramienta.
Ahora bien, volviendo un poco sobre lo que Wieviorka hace con respecto a la crueldad, es plantear la existencia de un anti-sujeto. “La crueldad hace a la persona que es cruel, un anti-sujeto.” (Wieviorka, 2006: 246) Pero esta distinción o categoría de “anti-sujeto” es un invento toda vez que al mismo tiempo distingue tres modalidades del sujeto que actúan en cada una de las figuras de la violencia. Un sujeto entregado al place, otro sujeto delirante, psicótico o paranoico y un sujeto en situación extrema, que a modo de ver personal, sería propiamente el origen de la categoría de anti-sujeto.
III.ii) b.- La importancia del contexto
Finalmente, para la materialización de la crueldad hacen falta condiciones las que pueden, dependiendo del caso, favorecer su realización. “la más evidente, la que se menciona en numerosos trabajos de investigación, o incluso en la obra ya citada de Primo Levi, es la convicción de impunidad.”(Wieviorka, 2003a:166) Ésta no reviste mayor complejidad y se entiende sin necesidad de mayor profundidad, pues resulta evidente que la sensación de impunidad nos deja abierto a la posibilidad de cometer excesos; por ejemplo, en el caso de la violencia de Estado, se podría convertir en crueldad fácilmente si, por ejemplo, hay ausencia de periodistas o testigos. Hay que tener presente, sin embargo, que el hecho de la impunidad no guarda relación causal con la culpa que pudiera eventualmente surgir luego de la crueldad, pues “los remordimientos no afectan a todos los que se han entregado a juegos crueles o a la violencia por la violencia” (Wieviorka, 2003a:166) debido quizás, a que el remordimiento es precisamente una construcción social para mantener la cohesión de la misma, el leguaje freudiano es un tabú que erigimos para no matar nuevamente al padre. De este modo, puede muy bien ocurrir que “los remordimientos y la culpabilidad no procedan sólo de la violencia realizada en el pasado, y procedan en cambio de un amplio abanico de determinaciones, por ejemplo del miedo que haya podido intervenir en el momento de los hechos, del disgusto de haber tomado parte en tareas bárbaras, o del sentimiento de haber participado, aunque fuera marginalmente, pero también solidariamente, en una experiencia inhumana.”
Un segundo elemento que podría favorecer la manifestación de la crueldad según Wieviorka es el miedo, sin embargo no está sólo limitada a la pasión producida exclusivamente por el miedo, sino que podría remitir en cierto sentido a “individuos abandonados a si mismos (…). Así, se ha observado a menudo que las conductas más excesivas, en el campo de batalla, podrían estar alimentadas no tanto, o no sólo, por pulsiones sádicas, sino por sentimientos, en sí mismos diversos” (Wieviorka, 2003a:167).
El tercer elemento es la presencia de una cultura del odio. Por ejemplo, el antisemitismo era una cultura que enseñaba el odio a los judíos, de modo que el cometer actos crueles contra ellos era algo más sencillo. En este caso la cultura del odio trajo aparejada consigo la cosificación, la degradación del otro. Pero este tipo de condición no es algo tan aparentemente lejano como el antisemitismo, pues en toda situación de guerra, lo que se hace es inculcar una cultura del odio contra el enemigo. En Chile lo vivimos claramente de modo inconsciente y sutil, contra los peruanos. Si bien no ha llegado a niveles suficientes, ya existen algunos actos de crueldad registrados por la prensa que nos indican la presencia de, entre otros, este factor que actúa como condición de posibilidad o catalizador de los actos de crueldad. Finalmente, Wieviorka agrega que “la cultura de la crueldad y el sadismo(…) no es una cultura de la obediencia, sino una cultura del odio, que facilita y casi legitima la violencia gratuita” (Wieviorka, 2003a:169).
En términos generales, Wieviorka no concluye este tema, sino que lo deja abierto mediante la posibilidad cierta de que los actos de crueldad no sean sólo una cuestión de expresión de los deseos reprimidos o que la crueldad misma no sea, al estilo hobbesiano, parte de la naturaleza misma del Hombre, sino algo que, al igual que todo, se aprende. De este modo a los militares se les enseña a ser crueles, se les enseña la violencia desmedida y la técnica para hacerlo es mediante el incremento de la frustración. Un ejemplo que refrenda esto es precisamente la matanza de My Lai, pues el hecho mismo que los soldados hayan sido capaces de cumplir las órdenes que les habían sido dadas es resultado del entrenamiento y disciplinamiento al que habían sido sometidos.
“Así, un primer tipo de explicación hace de la crueldad una violencia por la violencia que no espera para liberarse, en algunas personas al menos, más que a circunstancias favorables; mientras que un segundo tipo de explicación insiste por el contrario en condiciones que le son favorables, en el seno de una cultura, por ejemplo, o incluso que dependen de una preparación específica” (Wieviorka, 2003a:170).
lunes, 16 de noviembre de 2009
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